BIO
Jesús Zurita nace en Ceuta, España, en 1974. Vive y trabaja en Granada. Avanzando entre los límites de la figuración paisajista y la abstracción narrativa. Jesús Zurita expande su universo pictórico en lienzos e instalaciones murales que aluden y construyen a su vez un relato de extrañeza. Las estructuras narrativas de sus composiciones imitan algunos de los sistemas gráfico-narrativos del cómic y la novela gráfica, alterándolos de manera que balbucea más que dice, un arte de la insinuación como la propia «naturaleza», donde la maestría, el virtuosismo y el misterio reinan.
Prolífico y valedor del dibujo, Jesús Zurita se formó en la Facultad de Bellas Artes de Granada y es autor de obras de trazos sencillos y precisos, en tinta y pincel, que tienen en común, en su mayor parte, la presencia de una maraña de vegetación que envuelve al espectador y el cuidado del detalle. Influido por el Minimalismo, da especial importancia a los planos y a la lectura bidimensional de los mismos, aunque configure con ellos, en los espacios de sus exposiciones, escenografías sutiles.
En el lenguaje personal de este artista se mezcla lo orgánico, e incluso lo viscoso, y la geometría, para dar lugar a espacios oníricos en los que replantea el valor de la representación como puesta en escena y la incorporación al medio pictórico de la narración y también del silencio, un silencio casi espectral que habla de cierto respeto reverencial a las profundidades del bosque, conjugado con el interés por su biología.
Quedó dicho y así se perpetuó que, hace mucho tiempo, alguien se sentó bajo un árbol y cuando se levantó su nombre había cambiado. De este cambio entre aquéllas donosas hojas serpentean algunas anécdotas, pero lo que no debemos descuidar es que un cambio de nombre es un asunto serio. Primero eres alguien y luego eres otro alguien. Hay una cosa y luego hay otra cosa.
Para que algo arda debe darse por hecho que dos cosas idénticas a sí mismas se sucedan: la madera, que es la madera, será la ceniza, que es la ceniza. Sin embargo, las llamas que emergen entre ambas cosas no atienden a lo idéntico porque la llama es las llamas y todas son distintas entre sí, enarbolando la verdad de lo diferente. Además, tienen su propio decir, que es el crepitar, e imponen su legitimidad, que es la deflagración, revelando que el fuego nos llama usando solo nombres y lo hace con tal intensidad que constituye el mandato de todas las cosas esparcidas sobre la faz del mundo.
Se concluye por tanto que un nombre nos otorga el sabernos porque lo diferente permite que suceda la mismidad de las cosas. El fuego siempre dice y solo dice nombres y esto es un dogma necesario para que algo pueda saberse. Añado que, por veleidades ígneas, todo nombre debe ser más breve que lo nombrado.
Jesús Zurita